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Córdoba Medieval


Período Emiral

Córdoba (Madīnat Qurṭuba) fue conquistada en octubre del año 711 a manos de Mugīt al-Rūmī, uno de los oficiales del general Ṭāriq. Poco tiempo después, en 716, fue elegida capital de al-Andalus, un papel que desempeñó hasta el estallido de la fitna o guerra civil a comienzos del siglo XI, si bien la ocupación islamica de la ciudad se perpetuó hasta 1236.

La imagen urbana que encontraron los musulmanes al llegar a Córdoba distaba ya mucho de la que un día había tenido la antigua capital de la provincia Baetica. Si durante la Tardoantigüedad Corduba se había visto inmersa en un gradual proceso de reformas y cambios, ahora la ciudad volvía a encontrarse una vez más con una situación política y social distinta que demandaba sus propios equipamientos e instalaciones.

El principal foco de atracción de la ciudad se dispuso en el área meridional, junto al río, donde, al igual que en la etapa anterior, se situó el centro de poder político y religioso. En todo ello tuvo mucho que ver la llegada al poder de ‘Abd al-Raḥmān I en el año 756, quien dio comienzo a un programa edilicio que marcó de forma decisiva la imagen urbana de Qurṭuba. En el año 786 comenzaron las obras de la Mezquita aljama sobre parte de lo que algunos investigadores interpretan como el antiguo complejo episcopal de San Vicente.


Período Califal

La etapa de mayor esplendor de la Córdoba islámica fue el Califato omeya (929-1031). La medina de estos momentos albergaba las sedes del poder político, civil y religioso del Estado, al tiempo que conformaba un nudo de intercambios y comunicaciones de primer orden y reflejaba una prosperidad que atrajo a muchos nuevos habitantes. Como consecuencia de todo ello, la ciudad sufrió una gran mutación, generándose a su alrededor un paisaje suburbano sin parangón en todo el Mediterráneo occidental.

El Califato cordobés dio comienzo en el año 929, cuando ‘Abd al-Raḥmān III se autoproclamó califa de al-Andalus y rompió por completo con los lazos que aún le unían a Oriente. Durante su mandato, la actividad edilicia dentro de la medina no cesó.

Los nuevos parámetros económicos y sociopolíticos del Califato omeya, junto al considerable aumento de población registrado como consecuencia de su atractivo como capital de al-Andalus, fueron configurando un espacio extramuros densamente ocupado. Además, la fundación de Madīnat al-Zahrā’ entre los años 936 y 940, sede de la administración del Estado y residencia oficial del califa, fue la impulsora definitiva de esta gran expansión suburbana.


Fitna / Taifa

La inconsistencia del poder califal durante los años de la fitna y la imposibilidad de sustentar la figura estable de un gobernante que heredase la legitimidad omeya, condujeron a diseñar un gobierno de notables que mantuviese la estabilidad y administrase la ciudad y su territorio.

Fue la conocida como “República de los Banu Yahwar” (1031-1069), durante la cual produjo un período de estabilidad y un incipiente resurgir urbano. No obstante, el territorio controlado por esta taifa se vio muy menguado por las aspiraciones expansionistas de otros reinos vecinos. De hecho, en pocas décadas la propia capital se vio absorbida inicialmente por la taifa abbadí sevillana de al-Mu’tamid (1070), con un breve paréntesis bajo el dominio de la taifa toledana de los Banu Di-l-Nun (1075-1078), para revertir posteriormente y de manera definitiva bajo el control abbadí (1078-1091).

Período Tardoislámico

La conquista de Toledo en 1085 a manos del monarca castellano Alfonso VI desencadenó una cascada de consecuencias trascendentales en el devenir político y militar de al-Andalus, y de Córdoba. La más inmediata fue el advenimiento de los ejércitos almorávides y la posterior conquista de los territorios andalusíes por parte de este imperio norteafricano de fundamentación religiosa. Desde ese momento Al-Andalus se militariza ante la amenaza de conquista cristiana y por las estacionales campañas de saqueo en territorio islámico.

En Córdoba este proceso se tradujo en la ocupación militar de la ciudad en 1091. Aunque alentado inicialmente por los ulemas o sabios malikíes, el gobierno almorávide nunca fue bien acogido por la población andalusí. Su presencia estaba justificada por la supresión de los impuestos ilegales y su avance contra el frente cristiano, pero cuando fueron perdiendo estos dos pilares se produjeron importantes conflictos con la sociedad. Un episodio que ilustra bien esta problemática tuvo lugar en 1121, cuando la población cordobesa se sublevó contra el gobernador almorávide, y el propio emir Ali ibn Yusuftuvo que acudir a Córdoba para revertir la situación.

Período Bajomedieval Cristiano

Córdoba es conquistada por las tropas del rey cristiano Fernando IIIen junio de 1236. En esos momentos la ciudad estaría dividida en dos sectores bien diferenciados: la Medina –que a partir de este momento será conocida como “La Villa”- y la Axerquía o Ajerquía. Ambas rodeadas por sendos cercos amurallados y conectadas entre sí a través de diferentes puertas y portillos.

Tras la conquista castellana, la Mezquita principales reutilizada y consagrada al cristianismo, como otros antiguos centros de culto islámico de la ciudad. El solar ocupado por el antiguo Alcázar andalusí se reparte entre el rey Fernando III, el obispo, algunos nobles y la Orden de Calatrava. Tradicionalmente se ha considerado que el Alcázar cristiano actual es una obra homogénea, fruto de la iniciativa de Alfonso XI en 1328. Sin embargo, la arqueología ha demostrado que buena parte de su trazado se hereda de época almohade, y que su modificación posterior no responde a un único impulso constructivo, sino que es consecuencia de la aportación constante de reformas y ampliaciones.